Resulta curioso lo difícil que nos resulta encontrarnos a nosotros mismos, sobre todo cuando pasamos el 100% del tiempo en nuestra compañía, es paradójico.

Sin embargo, no vivimos para nosotros, vivimos para nuestra familia, para nuestros amigos, para nuestros compañeros de trabajo… Vivimos para la máscara que hemos elegido llevar en la sociedad.

Vivimos para tener éxito, para ser amados, para ser reconocidos, para obtener riqueza, para sentir que pertenecemos a un grupo, para encajar en lo que se espera de nosotros, para intentar controlar lo que nos sucede, para conseguir la seguridad que nosotros mismos no nos damos.

Todo lo anterior tiene un denominador común, nuestro ego. Es el ego el que a través de sus miedos, ambiciones y deseos maneja nuestra vida. Al no ser nosotros mismos quien decidimos, nuestro impulso basado en el ego es tomar decisiones influenciados por factores externos “¿Qué pensarán los demás?¿Qué más cosas puedo conseguir?”

Definir el ego es algo enrevesado, no somos nosotros, ahí no está nuestro talento ni nuestro propósito de vida.

El ego es un personaje que creamos para sobrevivir emocionalmente desde que nacemos, dejamos de ser nosotros para ser lo que creemos que las personas que nos rodean quieren que seamos. Lo crea nuestro instinto de protección.

La parte menos agradable es que poco a poco nos va separando de quien realmente somos, de nuestro verdadero YO, para convertirnos en una máscara que sirve para ser aceptado socialmente dentro de los grupos donde nos relacionamos, creando una personalidad en función del exterior, pensando que toda la vida seremos vulnerables y dependientes como cuando éramos recién nacidos.

El día que descubrimos un poco de nuestra verdadera personalidad, de nuestra verdadera esencia, de nuestro verdadero propósito de vida, nos suena raro. Es en ese momento cuando el ego se vuelve mas enérgico buscando mil excusas para que no sigas descubriéndote, porque eso hace que pierda su importancia e influencia en ti. La buena noticia es que una vez que hemos abierto un poco la puerta detrás de la cual se encuentra nuestro verdadero YO, nada será igual, no podremos cerrarla y todo lo que hagamos estará dirigido a seguir descubriéndonos, a seguir encontrándonos.

Es muy posible que nuestro mundo exterior cambie a nuestro alrededor, porque nuestra mirada ya no es la misma.

Es probable que algunas personas dejen de relacionarse con nosotros, o que cambien su forma de relacionarse con nosotros, o que aparezcan nuevas personas con las que relacionarnos, todo es perfecto y normal. Lo que ha cambiado es nuestro interior, hemos empezado a responsabilizarnos de nuestra vida y de nuestras decisiones, ya no dependemos del exterior, no esperamos nada del exterior, sólo nos fijamos en lo que necesitamos en nuestro interior.

Esas nuevas necesidades que nos surgen son nuestras, son internas, son vitales para nosotros. A partir de ese momento tomamos las decisiones basándonos en cómo podemos satisfacer nuestras propias necesidades internas. Van desapareciendo las dudas y es cuando aparece esa seguridad que llevamos tanto tiempo buscando.

Nada será igual a partir de ese momento, eso si, la sensación inicial de miedo a lo desconocido irá dando paso a una sensación de serenidad y de plenitud a la hora de tomar decisiones y de desenvolvernos que irá aumentando según vayamos descubriendo, poco a poco, qué es lo que hay detrás de esa puerta que sólo hemos abierto mínimamente.

Ya sabéis, sólo es necesario empezar con un pequeño paso, querer abrir la puerta, después, los demás vendrá solo.

Un abrazo!!!

Comparte