Todos parece que tenemos claro a qué nos referimos cuando hablamos de necesidades. La pregunta es:

¿Tenemos cubiertas todas nuestras necesidades?

Esta pregunta puede derivar en otra:

¿Tenemos cubiertas nuestras necesidades internas?

Y claro, ante ésta última aparece en escena otra pregunta:

¿Cuáles son nuestras necesidades internas?

La base de nuestro bienestar, de nuestra felicidad está ahí, en conocer y hacer todo lo posible por satisfacer nuestras necesidades internas, de esta forma podremos ocuparnos mejor de los demás, porque primero nos habremos ocupado de nosotros. Es decir, empezar de dentro hacia fuera, para así poder ocuparnos de las de los demás, si llega el caso.

¿Cómo saber que no están satisfechas?

Es más fácil formular la pregunta que responderla. Voy a intentar contestarla utilizando frases típicas que usamos si no lo están y sensaciones que tenemos:

“Me siento rara pero todo va bien”

“Es una mala racha”

“Noto presión en el pecho y me encuentro nervioso sin motivo”

“La verdad es que no duermo bien hace tiempo”

“Si, ya se que es lo de siempre… Se me pasará”

“Es como una sensación que tengo dentro que me hace sentir que me falta algo”

Todo lo anterior tiene un punto en común:

No estamos ocupándonos de satisfacer nuestras necesidades internas.

Habrá quien no las conozca, habrá quien las intuya y no le gusten porque sospeche que para satisfacerlas será necesario mucho trabajo interior (que se mostrará en el exterior en nuestras relaciones) que sacará a la luz muchas cosas a las que no quieren hacer frente y habrá quienes las conocen, pero no se atreven a satisfacerlas porque hasta este momento el nivel de sufrimiento que les provoca es tolerable, todavía pueden sufrir más, o por lo menos eso creen, lo que no terminan de ver, no son realmente conscientes, es la factura que deben pagar para ese poco más de sufrimiento.

Estas últimas personas normalmente han creado un discurso perfectamente estructurado y lógico, con el que hacer frente a las sensaciones desagradables que ciertos estímulos externos les provocan, recordándoles que necesitan ocuparse de sus necesidades. De esta forma se protegen de personas, conversaciones y situaciones que puedan hacer visibles esas necesidades internas no satisfechas.

Este discurso está repleto de excusas y de historias que han construido a lo largo del tiempo que les sirve para justificar sus comportamientos ante los demás, pero sobre todo ante sí mismos por su falta de acción y de movimiento hacia la satisfacción de esas necesidades internas. Les da tranquilidad, una falsa y momentánea tranquilidad, hasta el próximo estímulo que haga que se vea que esa necesidad interna no está satisfecha.

Lo cierto es que lo único que hace falta para empezar a ocuparse de ellas es querer hacerlo, hacernos responsables de nosotros mismos desde dentro y dejar de poner la responsabilidad fuera para justificar lo que nos falta, en definitiva, dejar de hacernos la víctima y convertirnos en protagonista de nuestra vida.

Algunas preguntas que se me ocurren para que te ayuden a reflexionar son:

¿Qué es lo que te impide ser protagonista de tu vida?

¿Qué miedo/s hay detrás de ese comportamiento?

¿Qué sientes cada vez que explicas tu discurso tan bien estructurado?

Un abrazo!!

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